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miércoles, 17 de agosto de 2016

AQUA VITAE MI EXPERIENCIA PROXIMA A LA MUERTE

Mi experiencia próxima a la muerte.
Escribir este texto desde mi convalecencia después de salir del hospital, me está ayudando a mantener lejos la depresión, no es que este negativo o mal psicológicamente, pero evita que este llorando sin sentido, al final estoy vivo y poco a poco saliendo adelante con la ayuda de mi mujer y de mi familia, tanto la española como la brasileña. Las cuales me dan todo el apoyo y el cariño que necesito.

Escribir me está ayudando a no olvidarme de que muchas personas estuvieron atrás de mi salud, especialmente a los especialistas, médicos y enfermeras de la UVI, del Hospital Santa Rita de la ciudad de Maringá, quienes cuidaron de que yo me mantuviera vivo con tan poco margen de éxito. 

Ahora en estos momentos es cuando se reflexiona y se ve las cosas con todos los colores de la vida y no solo los que tu quieres, por decirlo de una forma suave, porque la vida es dura y el que tiene que mantenerse en ella tiene que luchar y ser agradecido por lo que se consigue, pero también es querer ser más y no dejarse las oportunidades atrás, para que otros las luchen por ti. 

El pasado día 2 de Junio comenzó mi lucha contra lo que nadie se imaginaba, al infeccionarse uno de mis dedos del pie derecho, después de herirme en un accidente casero y perder una uña. Yo pensaba que saldría otra y me curaba rápido. Pero días más tarde tuve que irme al centro de urgencias donde me informan que ese dedo lo tenía perdido y lo tendrían que amputar. La suerte fue que me llevaron el mismo día al hospital Santa Rita y seria visto por un cirujano especialista, ella confirma que el dedo tiene que ser amputado y ya quedaba ingresado para la operación a realizar al día siguiente. 

En estos casos, se requiere que el cardiólogo, el anestesista, el cirujano y un montón de exámenes de sangre y orina, aparte de radiografías sean efectuadas y que todos den el visto bueno para efectuar la cirugía. Confirmado todos estos pasos, me fue retirado el dedo y fui devuelto al cuarto para recuperarme de la anestesia epidural que fue la escogida para la operación.

Al día siguiente comenzó lo complicado, me faltaba aire para respirar y me estaba asfixiando como si los pulmones se hubiesen encogido dentro de mí mismo, ahí saltaron todas las alarmas conmigo, comenzaron a ponerme oxigeno y a hacerme más pruebas de sangre y radiografías, y yo me sentía morir. Fui llevado al centro cirurgico de nuevo y yo gritaba que no podía respirar. Hasta ahí es lo que recuerdo de esos días, lo demás es cuenta de lo que me fui enterando por mi mujer y por los médicos, después de pasar más de dos semanas en la UVI del hospital, luchando por vivir, me aplicaron un coma inducido, yo no era más, el responsable de mi vida. 

Los médicos le dieron a María unos documentos para firmar, porque el riesgo de mi fallecimiento era del 80%, también le dijeron que tenía que informar a mi familia en España para prepararse para lo peor. Yo no supe de nada, pero todos se movilizaron para saber qué hacer dependiendo de lo que acontecería. 

Los días de la UVI fueron días de pesadillas y de sueños que sin yo saberlo, eran murallas del coma inducido para yo no saber que estaba ocurriendo con mi cuerpo, que entro en infección generalizada, con pulmones, riñones y corazón muy afectados, con hipertensión, diabetes y una traqueotomía para poder mantenerme vivo con aparatos y sondas.

Yo no sabía quién me estaba cuidando, quien me estaba curando, quien me estaba orando o quien me cogía la mano. María me dijo que hasta derrumbe aparatos que tenía conectados, me quitaba sondas y me revolvía en aquel lecho de la UVI, pero que yo me mantenía con la suerte a mi lado. En mis pesadillas, vi de todo, viaje, sufrí terror, angustias y siempre era una pesadilla atrás de otra.

Cuando comencé a entrar en razón y ver trazos de realidad entre mis pesadillas, había una circunstancia que me hacia implorar por agua, la sed. Horrible sensación de sed que no acababa, a todos los que pasaban cerca de mi les pedía agua. Sin voz y resoplando por la traqueotomía pedía agua sin parar, pero me estaba prohibido beber agua y solo recibía algodones mojados en agua, hasta la manguera de oxigeno comprimido goteaba agua, yo procuraba que cayese en mis labios, me movía y llevaba bronca, intentaba acomodarme entre tanto aparato y cama tipo “mecano” y ya tenía alguna enfermera a mi lado a ver si estaba quitándome alguna sonda o haciendo alguna trastada para hacerme con agua. 

Recuerdo que cuando abría los ojos durante mi despertar consciente. Miraba las paredes y el techo de la UVI y observaba como mudaban de color, parecía papel de pared estampados que se movían y cambiaban de color, me imaginaba que estaba la muerte esperando recogerme entre tanto colorido. Ahora se que eran las cortinas de algunas ventanas o reflejos del exterior que pasaban por las ventanas y me hacían pensar así.

En algún momento de consciencia, uno de los médicos llego hasta mí, me hablaba, me miraba con cara de preocupación y me dijo… “no contaba contigo, estaba casi seguro que no saldrías de esta”. Después me observaba y me decía, “estas mejor, lucha y ten paciencia”.

De noche me higienizaban y me cambiaban el pañal geriátrico que era mi única vestimenta, lo demás eran sondas y parches conectados en mi piel a aparatos que me controlaban. Yo volvía de mi coma muy despacio y mezclaba lo real con lo que imaginaba, venían personas a verme y yo sin enterarme pero siempre implorado por agua, que por alguna razón todos me la daban con un algodón húmedo, creo que todos fueron informados que la tenía prohibida tomar por la boca. 

Comencé a depararme que la manguera de oxigeno comprimido era más agradable por darme un aire casi congelante, lo cual hacia más ameno el dormir y poder mantenerme más en calma. Como no podía hablar, pedía a las enfermeras y a María algo para escribir, más todo en vano, no tenia reflejos ni fuerzas. Preguntaba donde estaba?, quienes eran aquellas personas?, porque escuchaba hablar en otros idiomas?, porque estaba allí?, si era de día o de noche?. Y así comenzaba a reintegrarme a la realidad, sin saber que todavía estaba con mi cerebro y mi cuerpo lleno de medicación fuerte y que hacia mi despertar menos dolorosa y bajo vigilancia.

Recuerdo oír lamentaciones, lloros, quejas, sonidos de aparatos y las enfermeras hablando conmigo o tomando muestras de sangre o llevándose mi orina que salía por la sonda colocada en mi uretra. Pero lo que más me emociona recordar es ver llegar a mi mujer, que se pasaba el día entero trabajando, se pasaba el día entero informando a la familia y de noche llegaba a mi lado, para darme el cariño que necesitaba, yo estaba ya saliendo de mi inconsciencia pero estaba muy débil y me dormía. Ella me hablaba de lo que mi familia estaba diciendo y lo que ella les decía, por lo visto todo el mundo estaba preparando la logística para que mi hijo me llevase de vuelta por muy pequeño que fuese el paquete. 

Ella fue el as más fuerte de mi juego, nunca desistió, nunca me dejo a mi destino, así de este modo a final de junio fui dado de alta del hospital y volví en ambulancia hasta casa, donde comencé a revitalizarme y con mucha paciencia y ayuda de la familia, ahora es empezar a mejorar.

El ”aqua vitae” es tu propia fuerza vital, porque la vida es dura y el que tiene que mantenerse en ella tiene que luchar y ser agradecido por lo que se consigue, querer ser más y no dejarse las oportunidades atrás, para que otros las luchen por ti. Gracias María por darme parte de tu lucha, gracias familia por ser parte de mi lucha, gracias a todos aquellos que dieron parte de su lucha para que yo pueda decirlo. Amo a todos.


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